jueves, 26 de mayo de 2016

La Gringa al descubierto

Para terminar con el tema de La Gringa, algunos de nuestros lectores me han sugerido que escribiera “algo” de la relación, que tuvo esta señora, La Gringa, y el Sanatorio Marítimo. Ya quedó dicho, que esta señora era muy inteligente, lista, astuta y embaucadora. Cuando llega a Asturias procedente de Sevilla, no elige Gijón para vivir, sino que elige la ciudad de Oviedo, desde donde estudia la vida de Gijón, sus habitantes, las clases sociales y todo aquello que le va a servir para después asentar sus dominios a orillas del Cantábrico, en el muro de la playa de San Lorenzo de Gijón. En nuestro anterior comentario decíamos que tal era la osadía y la picardía de esta señora, que desde un principio tenía muy claro, que Gijón era el campo propicio para desarrollar sus fechorías.  Qué relación existió entre esta señora y el Sanatorio Marítimo? Yo diría que ninguna. 
Ahora bien, el Sanatorio Marítimo le sirvió a ella de trampolín para introducirse en la sociedad gijonesa. En estos años el Sanatorio Marítimo estaba ampliando sus instalaciones para dar cabida a los nuevos usuarios, que no eran otros, que los niños y jóvenes discapacitados intelectuales. La cuantía de las obras que se estaban acometiendo era inalcanzable para la economía del Centro. La llegada a Gijón de esta señora viene acompañada de una fama que es admirada por todas la clases sociales . Doctora en medicina, viuda de un alto funcionario del Presidente chileno Sr. Allende, mujer de grandes obras benéficas, muy próxima al Vaticano, todo esto se comentaba de ella en la villa de Jovellanos.  Con este  currículum vitae se le abren todas las puertas, no solo las del Sanatorio Marítimo, sino las de todos los estamentos oficiales gijoneses. Por estos años el Hermano Prior del Sanatorio Marítimo era un hombre emprendedor, donde los haya, un hombre al que no se le ponía nada por delante. El Marítimo era el lugar propicio para introducirse en la sociedad gijonesa al ser un centro, que vivía de las aportaciones de los asturianos y ser muy querido por los gijoneses. Ella se aprovecha de esta circunstancia y desde esta apoyatura tiende sus redes hacia el Club Hípico Astur, (el Chas), se introduce en este Club y en él organiza actos sociales, todos ellos de tipo benéfico con el fin de recaudar fondos para los niños pobres del Sanatorio Marítimo y los niños pobres del Tercer Mundo a través de Unicef.  Con estos eventos se empieza a granjear la amistad con el Sanatorio Marítimo y éste llega a creer ciegamente, que la dama caritativa va a solucionar en parte, los problemas económicos, que por aquellos años arrastraba el Sanatorio Marítimo. El Hermano Prior cree ciegamente en las promesas, que le presenta la Doctora Edwards y ve una puerta abierta a resolver esta situación económica.


La Doctora Edwards entabla una buena relación con el Sanatorio Marítimo, su fama de dama caritativa, de mujer preparada, cala hondo en La Comunidad de Hermanos y entre los médicos. Todos ven en ella a una mujer seria, a una dama, que se preocupa por hacer el bien a los niños pobres, a los desheredados de la fortuna. Sin embargo, hay quien detecta cierta desconfianza hacia ella, pero la dama en un alarde de atrevimiento y gran osadía se adelante a los acontecimientos y  llega a solicitar del Hermano Administrador cierta cantidad de dinero como anticipo a un envío, que va a recibir de su Chile natal. Cuando se empezó a “oler algo” la buena señora en otro alarde de astucia y saber estar, devolvió dicho anticipo con lo que todas las dudas, que existían sobre su persona, quedaron desvanecidas. Siguió estando muy cerca del Marítimo, llegó incluso a colocar a sus dos hijos a hacer prácticas de Logopedia en el Centro y siguió “organizando” fiestas en el Hípico Astur, como la última, que convocó en beneficio de Unicef. Curiosa caridad la de esta dama caritativa. A dicha fiesta acudió la creme de la creme de Gijón, disfrutando de las actuaciones de la Orquesta Montenegro y del trío Los Ángeles, todos brindaron con champagne y acabaron acordándose de los pobres de alguna parte del mundo al finalizar la fiesta y cuando se subastaron doscientas mil pesetas en objetos donados por los establecimientos y casas comerciales de Gijón. No podía ser de otra manera. La prensa local se hizo eco de este acontecimiento caritativo pero calló el nombre de la dadivosa pujadora por aquello de que la caridad se hace pero no se dice. La ganadora de la gran subasta fue la doctora Edwards, una elegante dama sudamericana, que aquella noche fue el foco de todas las atenciones y agasajos de la alta sociedad gijonesa. Esta mujer embaucadora, interesantísima, especializada en neurocirugía y represaliada política, había llegado a Gijón para hacer el bien. No es mentira. Hizo el bien… pero para sí misma. Parte del botín de la subasta fue para el Sanatorio Marítimo, algunos objetos culinarios, adornos ornamentales y poco más. La relación de esta Señora con el Sanatorio Marítimo se limitó a hacer creer a los gijoneses que existía en gran medida, sin embargo la realidad era otra muy distinta, apenas existía. Esta fue la relación que esta señora tenía con el Sanatorio Marítimo, el haberse servido del Centro para Ella establecerse en la ciudad, en el más amplio sentido de la palabra y el Centro haber confiado en ella pensando que iba a solucionar las penurias económicas por las que atravesaba la Institución y que esta Dama Doctora, podía ser una tabla de salvación.
Lo que si es cierto es que nunca nadie llegó a sospechar lo que se escondía bajo el nombre de Edwards, ni se paró, por tanto, persona alguna, a recabar más información acerca de una historia a todas luces falsa. La delicada posición económica de la dama no le permitía, claro, costearse el elevadísimo tren de vida que llevaba, sin embargo gracias a su labia y a su porte acabó teniendo todo lo que se propuso y viviendo muy por encima de su poderes económicos y de una manera grandilocuente gracias a los contactos personales  y a su la labia. De una conocida joyería, que aún continúa abierta en la calle de Los Moros, consiguió llevarse dos relojes, un broche, tres sortijas, unos pendientes, un alargador de pulsera y una pulsera, por un montante total de un millón ochocientas cincuenta mil pesetas, que se cobrarían por medio de un cheque del Banco Santander a partir del 10 de diciembre de 1973. Todo falso. Ese día, mientras la alta sociedad gijonesa seguía de resaca tras el festival de Unicef, que se prolongó hasta avanzadas horas de la madrugada, Nelly Sacco Backus cogió un avión a Madrid. La doctora Edwards se había evaporado de Gijón. De la Gringa no se sabía más que el hecho de que probablemente ya hubiera vendido las joyas gijonesas en Italia. Se habló, entonces, de que Nelly Sacco bien podría pertenecer a una red de estafadores internacionales, que había recibido formación profesional de timadora  y de que las ramas de la trama de la Gringa se expandían por más de cuarenta países y cientos de contactos en cada uno de ellos. El asunto, se decía, era caso para la Interpol. Nada más lejos de la realidad. El 21 de enero de 1974 Nelly Sacco Bakus cayó, víctima de su propia avaricia, con todo el equipo mientras intentaba pasar, con sus hijos, la frontera de Portugal con España por Tuy. (Pontevedra) Pretendía, según dijo ella más tarde, establecerse en Vigo y volver a montar la misma función teatral, que ya había presentado en Gijón, Sevilla y Madrid. 
La captura de la Gringa en Galicia fue un puñetazo de descrédito para la policía española, que ya orientaba sus pasos hacia Italia. Ellos también habían sido víctimas de las mentiras de la supuesta doctora. Nelly Sacco no pareció excesivamente afectada por su arresto y, de hecho, llegó a pronunciar encantadoras frases dirigidas a la ciudad de Gijón en la que, decía, había vivido maravillosamente bien gracias a las atenciones prestadas por los gijoneses. Gijoneses, por cierto, que se escondían, avergonzados. Nadie de los que agasajaban un mes atrás a la doctora Edwards reconocían ahora haberla conocido siquiera, y, salvo la joyería de Los Moros, ninguno de los negocios a los que había timado presentó denuncia contra ella. Nadie quería reconocer el haber caído en las redes de la encantadora charlatana. Y mucho menos aquellos que tenían una posición social, que conservar. El día que se celebró el juicio en la Audiencia provincial de Oviedo Nelly Sacco confesó que su secreto, sin haber recibido nunca clase alguna de estafadores profesionales, no era otro que el tocar a la gente en su vanidad. “En tocando ese punto, decía, los cerebros más agudos y los grandes talentos especulativos se comportan como niños y cualquiera con habilidad puede engañarlos.” 

Gerardo Alonso Matías