Una vez superados distintos contratiempos, nos disponemos a
continuar con nuestro Blog para contar, a mi manera, la historia de estos 70
años de vida del Sanatorio Marítimo.
Estamos viviendo unos años agitados, década de los 70, el haber abierto la nueva sección para deficientes intelectuales, está produciendo muchos cambios en el Centro, tanto a nivel de organización como a nivel de ampliación de nuestras estructuras. Las obras siguen su curso normal, las penurias económicas siguen acuciando.
Actualmente se calcula que en Asturias existen cerca de diez mil las personas discapacitadas intelectualmente. El Sanatorio Marítimo quiere dar respuesta, en lo posible, a este problema a nivel docente, laboral y social.
Estamos viviendo unos años agitados, década de los 70, el haber abierto la nueva sección para deficientes intelectuales, está produciendo muchos cambios en el Centro, tanto a nivel de organización como a nivel de ampliación de nuestras estructuras. Las obras siguen su curso normal, las penurias económicas siguen acuciando.
Actualmente se calcula que en Asturias existen cerca de diez mil las personas discapacitadas intelectualmente. El Sanatorio Marítimo quiere dar respuesta, en lo posible, a este problema a nivel docente, laboral y social.
El Marítimo ha iniciado una campaña marcándose un futuro más halagüeño para estas personas. Pero para crear trescientas nuevas plazas de usuarios, se necesitan más de treinta millones de pesetas que no se tienen. En la actualidad cerca de un centenar de niños deficientes intelectuales están recibiendo educación especial. El presente curso escolar, la matrícula de alumnos ronda los 185, en su mayoría discapacitados intelectuales, en régimen de internado y medio-pensionista. Un número insignificante si lo comparamos con esos 10.000 niños que “no pueden volar”. Niños y jóvenes con graves lesiones cerebrales, niños marginados y a veces escondidos en sus propias casas, como si estas anomalías fueran una maldición y hasta hace muy poquito tiempo desasistidos de la más mínima atención sanitaria, pedagógica y social. Para remediar, en parte, este problema el Sanatorio Marítimo de Gijón ha iniciado una intensa y masiva campaña propagandística, de cara a un proyecto realmente ambicioso; se pretende alcanzar como mínimo, las 300 plazas. Se necesitan más de 30 millones de pesetas y en estos momentos sólo se dispone de dinero para financiar la construcción de un pabellón central, ya iniciado, que permita dar cabida a un cierto número de niños.
Luis Arce González, Hermano de San Juan de Dios y capitán de
esta singular operación, titulada “Ayuda a los niños que no pueden volar” lleva
varios meses recorriendo Asturias promocionando casa por casa, hombre a hombre,
esta campaña, con la esperanza y seguridad de que Asturias, una vez más,
responderá a esta iniciativa como siempre lo hizo. Las oportunidades de
colaboración son muchas: La compra de simbólicos ladrillos, la
inscripción como socios, los donativos anónimos, la compra de Asturias Semanal
(edición dedicada al Marítimo) etc. Se trata en suma, en promover entre
todos los asturianos una activa y realista conciencia de participación en el
dramático problema de estos niños.
El Marítimo en la década 1970-80 |
Cada niño cuando ingresa es objeto de un meticuloso estudio psicopedagógico. No hay un niño discapacitado intelectual, exactamente igual a otro. Cada uno tiene sus particularidades y unas facultades o aptitudes determinadas, que son preciso descubrir, medir y aprovechar. Siempre es posible su rehabilitación, siempre.
Al niño a la hora de ingresar se le va observando cuidadosamente y se van anotando cuantos datos de interés puedan ser de ayuda para su educación. Hay que tener en cuenta que el niño se comporta siempre de un modo distinto ante un conocido, que ante un extraño. Por eso hay que darle libertad para estudiarle sin reservas a la hora de hacer su ficha psicológica, a partir de la cual será luego formulado el diagnóstico.
Luego el niño empieza una larga, una difícil, una ilusionante escalada hacia la integración social. Hay esfuerzo, pero hay alegría. Hoy se aprende a escribir una letra, a hacer un movimiento, a decir algo.
Las clases, la rehabilitación, los talleres profesionales… el camino es penoso, duro. De pronto llega el día de la definitiva vuelta a casa, al mundo que está al otro lado de esa puerta , siempre abierta, que marca la frontera del Sanatorio Marítimo. A partir de este momento la historia ya es otra diferente.
Gerardo Alonso Matías
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